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¿Por qué?

 

 

 

 

 

 

 

Vivo constantemente preguntándome cosas. No lo puedo evitar.

 

A veces es ante determinadas situaciones y otras, simplemente, porque mi mente viaja más rápido que yo.

 

Tal vez una de las preguntas que con más frecuencia ronda mi cabeza es un aparentemente sencillo e inocente “por qué”.

 

Aparentemente sencillo, porque la respuesta ni es sencilla ni es inocente. Y porque los por qué, dan auténticos quebraderos de cabeza.

 

Y dentro del por qué, tal vez mi ranking personal lo encabeza el por qué de determinados comportamientos del ser humano. 

 

¿Cómo es posible que se odie a quien no se conoce sólo por lo que parece representar? ¿Cómo es posible que existan hombres que lleguen a hacer tanto daño a quienes fueron sus mujeres? ¿Por qué tanta maldad? 

 

Últimamente me hago esa pregunta con demasiada frecuencia.

 

Cada vez más.

 

Treintaymuchos años dan para muchas vivencias.

 

Aunque realmente no sé si es cosa de la edad o de la madurez o tal vez es sólo porque tomas mucha consciencia de situaciones que ves, que te cuentan en primera persona, porque te importan los demás, sin más, porque quieres que todas las mujeres puedan vivir en libertad.

Vivir en libertad, en plena libertad. 

 

Pocas palabras las de la última línea, pero con un denso contenido.

 

Vivir en libertad debería ser algo tan simple y sencillo como hacer lo que te de la gana, decir y expresar libremente tus opiniones sin miedo a contrastarlas con otras igual de respetuosas aunque sean diametralmente opuestas, vestir como te de la gana o ir a donde te de la gana y que nadie, te cuestione por ello.

 

Y de veras que algo tan sencillo como respetar y que te respeten todas y cada una de tus decisiones, hoy por hoy, en ocasiones parece algo transgresor y rebelde.

 

Seguimos cuestionando las decisiones, de las mujeres especialmente, sobre todo si son en ámbitos claramente masculinizados: deporte, política, ciencia…

 

Seguimos siendo juzgadas por nuestra forma de vestirnos, de peinarnos, de sentarnos…demasiado observadas por el envoltorio tal vez para ningunear, conscientemente, todo el bagaje interior. Un bagaje que asusta a más de una mente machista que no acaba por concebir ni aceptar la valía de las mujeres y que se siente en la obligación de buscar y ofrecerse algún “pero” para excusar sus pensamientos machistas.

 

Seguimos en un mundo donde pese a ser mucho lo andado, queda mucho más por andar.

 

Y si vivo y siento lo que expreso como puede vivirlo y sentirlo cualquier otra mujer del siglo XXI he de decir, pese a costarme muchísimo reconocerlo que las dificultades con las que nos encontramos algunas mujeres por el hecho de ser musulmanas son bastante notables. Reconozco que me cuesta admitirlo, por mi forma de ser y de entender las cosas y muy especialmente porque rehuyo cualquier asociación al victimismo que alguna mentecilla privilegiada quisiera ver. Pero creo que las cosas hay que visibilizarlas y reconocerlas públicamente sobre todo por quienes, por nuestra situación pública, tenemos alguna posibilidad más de que se nos oiga o se nos lea.

 

Desde que te pregunten si sabes leer antes siquiera de haber abierto la boca, a que te pregunten si te dejan hacer esto o aquello, a preguntarte si tienes el pelo corto o largo, pfff qué aburrimiento de verdad y que triste tiene que ser eso de tener una mente tan “cortita”. 

 

Las principales víctimas de los sentimientos islamófobos que azotan gran parte del mundo, somos los propios musulmanes, un mundo donde la ultra derecha aprovecha la más mínima ocasión para criminalizar a millones de personas en el mundo con su sucio dedo acusador, donde las personas de bien están demasiado calladas, donde algunos musulmanes con poder para influir al menos mediáticamente prefieren mirar a otro lado, y donde los musulmanes y musulmanas de distintas partes del mundo nos encontramos permanentemente señalados. Como decía, si eres mujer estás expuesto a un escalón superior de los de las fobias a todo lo diferente.

 

Cada vez que ocurre algún trágico atentado se giran hacia ti esperando disculpas por algo que ni entiendes ni compartes. 

 

Si lo haces, parece que te estás justificando. 

 

Si no, parece que lo estás justificando. 

 

Así que nos encontramos, hagamos lo que hagamos, en el punto de mira.

 

Y por supuesto, la población musulmana española, no está exenta de todo ello.

 

Lo fácil siempre es pensar eso de que todos y todas son iguales. 

 

Supongo que es lo cómodo para mentes que no están dispuestas a replantearse su forma de entender algunas cosas, sus prejuicios, posiblemente porque haría que se tambalearan las bases de su yo más íntimo y personal.

 

Porque me lo dice la tele, porque todas las bombas (espero que no se estropee mi ordenador al usar esta palabra) las explotan ellos, los musulmanes, o, qué leches, los moros esos que vienen nada más que a invadirnos, a violar y someter a nuestras mujeres, que por lo visto tienen unas cuantas, que son todos unos machistas y todas unas sumisas, qué me va a contar a mi una mora de libertad, que se vaya a su país a ver si la dejan…

 

¿Y por qué (malditos por qué) decantarse por lo fácil? 

 

¿Por qué no pensar, reflexionar y evitar meter a millones de personas en el mismo saco?

 

Supongo que porque da miedo.

 

Debe dar miedo a quien se cree en posesión de la verdad absoluta ser consciente de que los demás, sean musulmanes, judíos, hindúes, cristianos o no se identifiquen con ningún credo, sufren a diario las mismas alegrías y penas, comparten aficiones, sufren el mismo saqueo de las arcas públicas por sus malos gobernantes,  y las mismas subidas de precios… y así hasta un sinfín de cosas.

 

Debe dar miedo salir de la zona de confort, de lo que se enseña abierta o encubiertamente, romper esas cajoneras mentales que facilitan encasillar a las personas por su color o por su nombre, para darte cuenta de que allí donde nos pinchen, nos duele igual, porque ante todo y sobre todo, deberíamos ser humanos.

 

Tal vez mis fantasías, ilusiones e ideales sean los que me llevan a mi y a muchísimas otras mujeres en el mundo a plantearnos tantos por qué, porque nos enseñaron a no tener techo y a valorar a las personas y sus ideas, siempre que sean respetuosas, por encima de todo.

 

Acabo como solemos acabar de hablar muchas veces los musulmanes, con un AlhamduliLah (Gracias a Dios) por mis fantasías, ilusiones e ideales por un mundo mejor, tal vez no para mi ni para ti, si no para los que vienen y muy especialmente por las que vienen, que necesitan crecer y vivir sin miedo del otro.

 

                                                                           Ceuta, 9 de julio de 2017

 

Publicado en Doce Miradas por Fatima Hamed Hussein el 9 de julio de 2017.