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Sobre cómo usar las fatuas con fines islamófobos

 

Cada cierto tiempo aparecen fatuas de supuestos dirigentes islámicos que llaman la atención de los medios de comunicación occidentales, como ejemplos de religiosidad misógina y oscurantista. Existe un librito al respecto, llamado ‘Fatwas Against Women in Bangladesh’, editado por Women Living Under Muslim Laws, donde se encuentran fatuas realmente chocantes, que utilizan un supuesto discurso “religioso” para justificar las mayores aberraciones e injusticias contra las mujeres.

 

Aunque estas fatuas existen, la manipulación de esta palabra ha llegado hasta tal punto que se identifican popularmente con una condena a muerte. El sociólogo francés Olivier Roy en su obra El islam mundializado: Los musulmanes en la era de la globalización llega incluso a afirmar que hay autores que utilizan como reclamo el haber sido víctimas de “una fatua”.

 

Una fatua es una respuesta proveniente de un reconocido experto en fiqh (derecho islámico). No es un decreto o una ley, porque tiende a resolver una duda en un caso concreto más que a generar una norma general; además tampoco proviene de una autoridad estatal, sino de alguien cuya autoridad emana, en principio, de su erudición y prestigio. Tampoco se trata de una sentencia, no se lleva a cabo en un juicio o procedimiento judicial, ni es emitida por un juez.  Se trata, pues, de la respuesta a una consulta*.

 

El dar respuestas a las consultas puede ser positivo hasta cierto punto, siempre y cuando no atenten contra los principios básicos del Islam como son la justicia, la equidad y la igualdad entre los seres humanos. El problema radica principalmente en la dependencia absoluta a estas fatuas al incentivarse de esta manera la pereza intelectual y la falta de espíritu crítico.

 

Ahora bien, no todas las fatuas son injustas ni mucho menos. Hay una anécdota muy conocida sobre Abu Hanífa Annu’mán que se negó a dictar una fatua a favor del Wáli de su ciudad licitando “taláq al-ikráh” (divorcio forzoso); lo cual le costó meses de cárcel, torturas y su exhibición en las calles de Baghdad ensangrentado y con los brazos rotos. Todo ello por no querer emitir una fatua para que el susodicho gobernante pudiera obligar a una mujer a que se divorciase de su marido para poder casarse con ella.

 

Pero este tipo de fatuas no les interesan a los medios de comunicación porque no corroboran la imagen negativa que quieren construir del Islam. Así, el fenómeno actual de proliferación de fatuas, en su vertiente abusiva, puede verse desde diferentes ópticas:

 

– Como una muestra de la injusticia en general y de la misoginia de los clérigos reaccionarios.

 

– Como una muestra de la anarquía reinante entre las supuestas autoridades religiosas dentro del islam, en la cual la ausencia de jerarquías hace que cada uno pueda dar su opinión sobre los más diversos temas. Así como la pluralidad y las visiones opuestas que existen sobre las cuestiones que afectan a los musulmanes.

 

– Como un ejemplo de cómo se dan las noticias sobre el islam en la prensa occidental, destacando solo aspectos que alimenten la islamofobia dominante, y dejando de lado toda manifestación que pueda parecer positiva.

 

Detrás de la islamofobia no sólo se esconde el insulto fácil y descarado contra los musulmanes y el Islam, sino que hay diferentes posturas, unas más sutiles que otras, pero en el fondo reflejan los mismos estereotipos. En este caso, se trataría de presentar a los musulmanes como a personas carentes de raciocinio, dispuestas a seguir los dictámenes más extravagantes e injustos de los clérigos reaccionarios.

 

Estas noticias contribuyen a construir artificialmente una supuesta ‘autoridad religiosa’, que en realidad no tiene ninguna legitimidad. De ahí la necesidad de que los medios de comunicación rompan este pacto tácito. No se trata de censurar la información sino de cuidar el enfoque y denunciar el mensaje subliminal que transmiten.

 

* Revista Al-Qibla. Asociación Islámica Badr de Melilla.

 

Pubicado por Natalia Andújar el 22 de abril de 2008 en su blog.