INTRODUCCIÓN

 

Las personas musulmanas y leídas como tal se ven afectadas por múltiples discriminaciones relacionadas con el prejuicio islamófobo a partir del cual estas personas son consideradas por los demás principalmente desde su relación (real o supuesta) con el islam. 

La islamofobia es un tipo de discriminación que suele cruzarse y apoyarse en otras formas de discriminación, tales como las de raza, género, sexo y clase. Estas combinaciones incrementan la desigualdad entre las personas y generan situaciones de opresión. La articulación del terrorismo como una nueva categoría de análisis de la realidad geopolítica en los últimos años ha construido, además, una serie de prejuicios que afectan a las personas musulmanas racializadas, de modo que estas pasan a ser consideradas peligrosas, amenazantes o violentas. Se trata de una violencia ejercida de manera física, a través de ataques a objetivos escogidos, pero también de una violencia simbólica, basada en discursos que retoman la narrativa colonial, transformada y actualizada con la idea de la moral del pánico que sitúa al islam como enemigo.

 

El hecho de observar la islamofobia como un fenómeno global es otro signo de nuestro tiempo y, sin embargo, al igual que aquellos discursos que achacan a las personas musulmanas la inclinación hacia una suerte de Yihad global contra todo lo que no es islámico, incurriríamos en un error al generalizar si hablamos de islamofobia de este modo, obviando las modulaciones de la misma en cada territorio y espacio. Por eso, en esta investigación nos centraremos en la islamofobia en relación a la comunidad LGTBIQ+ en España, no sin destacar que esta discriminación mantiene relaciones con la discriminación que sufren las personas LGTBIQ+ en otros países, con particulares expresiones. Tal es el caso de las consecuencias del ataque llevado a cabo por Omar Mateen en el club Pulse y sus lecturas mediáticas posteriores.

 

Para iniciar un estudio sobre este tema, es necesario observar la aportación de la literatura queer al estudio de la islamofobia en España, por lo que se hace imprescindible citar a Brigitte Vasallo, por una parte, así como a Daniel Ahmed. Ambos han interpretado el concepto de islamofobia desde la metodología queer para pensar en la discriminación que sufren las personas musulmanas -y aquellas que son leídas como tal- desde el punto de vista simbólico, físico y, además, como sujeto político.

 

Otra referencia fundamental, son los aportes realizados por Jasbir K. Puar, investigadora de la Universidad de Rutgers (Nueva Jersey). Utilizó por primera vez el término “homonacionalismo” (asociado al término ‘heteronormatividad’ de Michael Warner y de homonormatividad de Lisa Duggan) en su obra “Terrorist Assemblages: Homonationalism in queer times”, precisamente tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York. Dicho evento supuso un vuelco en el discurso internacional sobre el islam y las personas musulmanas, colocándolas en la posición de chivo expiatorio a ojos de las potencias aliadas de Estados Unidos. Tras ello, la defensa de los derechos del colectivo LGTBIQ+ y de las mujeres fue utilizada desde un discurso bélico para justificar, precisamente, las violaciones de derechos humanos perpetrados en los países de población mayoritariamente musulmana por parte de las potencias económicas mundiales, en una supuesta “guerra global contra el terrorismo”. Es por eso que hablar del sujeto político musulmán LGTBIQ+ es adecuado a la hora de describir las múltiples discriminaciones que las personas de dicho colectivo sufren cada día, ya que tienen lugar en sus cuerpos e identidades, desde el ámbito social pero también desde el discurso político y desde la legislación. En especial desde las políticas securitarias actuales que estigmatizan a las personas musulmanas o leídas como tal. 

 

Cabe destacar en esta introducción otros términos que serán de especial utilidad en este artículo como el concepto de visibilidad, referido no solo a la auto-identificación y a la agencia sino también a la categoría de personas leídas como musulmanas.

Al igual que la islamofobia construye un espacio de conflicto entre las personas musulmanas y no musulmanas, la islamofobia de género y, en especial, la islamofobia en relación al colectivo LGTBIQ+ establece una serie de líneas rojas que delimitadas en relación a determinadas normas sociales. Así pues, hablaremos de la construcción de una serie de categorías asociadas al concepto de sexo biológico y de género. Dicho sea de paso, que ambas categorías afectan directamente a las mujeres musulmanas a través de la islamofobia de género, por lo que las mujeres pertenecientes al colectivo LGTBIQ+ son doblemente discriminadas. 

Partiendo de una perspectiva cisnormativa, las personas musulmanas no binarias o transexuales son perseguidas por su no adecuación a las normativas sociales que establecen cuáles deberían ser -en apariencia y comportamiento- las identidades de género de las personas masculinas (referidas a las personas a las que se asocia culturalmente la categoría de “hombre” en relación con su sexo biológico) y femeninas (referidas a las personas a las que se asocia culturalmente la categoría de “mujer” en relación con su sexo biológico).

 

Las personas musulmanas o leídas como tal que forman parte del colectivo LGTBIQ+ son discriminadas por desarrollar su identidad y sus vivencias más allá de las normativas heterosexuales y son afectadas por el ejercicio de la opresión patriarcal, el racismo islamófobo y el patriarcado islámico.

 

En la lucha contra este tipo de discriminación, las entidades sociales - tanto las que luchan directamente por los derechos del colectivo LGTBIQ+ como aquellas que atienden a personas musulmanas- tienen un importante rol que desempeñar en el acompañamiento, empoderamiento o en la difusión de información. Por este motivo, para la redacción de este informe se realizó una breve encuesta a personal técnico de algunas de estas entidades, con los objetivos de explorar las percepciones acerca de estos temas, por un lado, así como indagar cómo operan estas cuestiones en la atención que brindan a las personas usuarias. 

Finalmente, en esta introducción, nos gustaría adelantar que el objetivo de esta investigación es contribuir a la clarificación y divulgación del tema de la islamofobia en relación con el colectivo LGTBIQ+ en España, lo que consideramos clave para la lucha contra la islamofobia en todas sus formas.

 

HOMONACIONALISMO, HOMONORMATIVIDAD E ISLAMOFOBIA COMO FENÓMENO TRANSVERSAL

 

La islamofobia es una forma de rechazo, aversión y hostilidad hacia el islam y todo lo relacionado con él —real o no, es decir, supuestamente relacionado, aunque no sea así— y hacia las personas musulmanas que en determinadas circunstancias puede combinarse —es decir, no necesariamente— con formas de intolerancia religiosa, de racismo, de xenofobia, etc. La islamofobia se manifiesta en forma de prejuicios, discriminaciones, ofensas, agresiones y violencia. El debate acerca de qué es y qué no es la islamofobia, sigue abierto a nivel académico y social, aunque hay un amplio consenso en utilizar los indicadores propuestos por Runnymede Trust para identificarla.

 

Estas actitudes discriminatorias tienen su asiento en un imaginario en el que el islam es una entidad homogénea que como afirma Brigitte Vasallo (2017, p. 281):

Constituye la única dimensión de las personas que habitan bajo su marca: los orientales/musulmanes parafraseando a Fanon, nacen en cualquier parte (de Oriente), de cualquier manera, y mueren en cualquier parte, de cualquier cosa (...), sin distinción alguna de propia agencia, género, clase, racialización, orientación sexual, edad, funcionalidades, ideas políticas, experiencias vitales o lugar de nacimiento, etc…

 

La islamofobia, por tanto, es la expresión de una compleja articulación de discursos que es necesario desentrañar en la lucha contra ella. En este artículo nos queremos detener en lo siguiente: a la lista mencionada en el párrafo anterior agregamos el prejuicio acerca de que las personas musulmanas desean de la misma manera. ¿Cuáles son entonces, las articulaciones entre la islamofobia y las políticas del deseo?

 

Para responder a este interrogante podemos valernos del concepto de homonacionalismo. El mismo explica que las luchas del colectivo LGTBIQ+ han sido instrumentalizadas con fines geopolíticos, es decir, que han sido utilizadas para la construcción de una alteridad homófoba que justifica intervenciones políticas y militares en diversos países.

 

De esta manera, como afirma su autora (Puar, 2007), el concepto hace referencia a que la aceptación e inclusión de la diversidad sexual se configura como un indicador de la “calidad democrática de los estados y las sociedades según la legislación y actitudes sociales en torno a los derechos de las personas LGTB+ tal y como han sido concebidas en el norte global” (Azpiazu Carballo, 2017, p. 247).

El concepto de homonormatividad puede ayudar a comprender mejor el de homonacionalismo. Este constructo surge del seno del activismo LGBTIQ+ y hace alusión a la crítica de la incorporación de ideas y estilos de vida heterosexuales dentro de la propia comunidad LGBTIQ+, proceso por el cual se normalizan ciertas identidades de la diversidad sexual vistas como legítimas.

 

Como plantean Enrique Latorre Ruiz y Jokin Azpiazu Carballo (2017, p. 256): 

 

Algunas autoras que han trabajado el concepto [de homonormatividad] como Anna M. Agathangelou (2008) o Pau López Clavel (2015) han insistido en señalar las implicaciones del término en relación con el homonacionalismo indicando que la creación de un sujeto aceptable y normalizado LGTB unida a una noción liberal (libre de cualquier consideración de raza o clase) contribuye a los objetivos imperialistas de las grandes potencias al dibujar el Gran Otro en los países latinos, árabes y/o musulmanes.

 

El sujeto homonormativo hegemónico es habitualmente un varón gay, blanco, de clase acomodada y sin ninguna discapacidad, y –preferiblemente- ateo o no musulmán. De esta manera se jerarquizan los cuerpos e identidades y se subyugan –o invisibilizan- aquellas expresiones de género que no se ajustan a esos cánones que traen como consecuencia, nuevas formas de discriminación dentro y fuera de la propia comunidad LGTBIQ+. Además, bajo el paradigma neoliberal se neutraliza la potencia política de estos sujetos convirtiéndolos en consumidores de diversos bienes y servicios que el capitalismo ofrece, creando nuevas necesidades.

 

Como afirman Sadurní y Pujol (2015, pp. 1815-1816):

 

Puar (2007) señala que mientras que el otro homosexual es siempre blanco, el otro racial es siempre heterosexual, al considerar que la construcción de la alteridad heteronormativa se basa en la existencia de un otro homosexual, mientras que la alteridad homonormativa presume un otro homófobo. Por lo tanto, bajo el componente racial, las personas musulmanas o leídas como tal, serían –desde un paradigma islamófobo- heterosexuales y homófobas.

 

Las consecuencias de la apropiación del discurso LGTBIQ+, como hemos mencionado, es la división simbólica y política entre países que incluyen a la diversidad sexual como parte del ser nacional y aquellos que censuran esas identidades. En el primer grupo, se encontrarían los países donde la diversidad sexual es reconocida legalmente, a través del derecho a la elección de la identidad sexual, al matrimonio entre personas del mismo sexo, el derecho a la adopción y reproducción asistida o el acceso a tratamientos de reasignación de género. En contraposición, el segundo grupo estaría conformado por países en los cuales la diversidad sexual es perseguida y hasta penada jurídicamente. Este hecho se convierte en un argumento geopolítico para justificar la intervención militar en nombre de los colectivos oprimidos: la comunidad LGBTIQ+ en el caso que nos ocupa, y las mujeres.

 

Citando a Puar (2007), Sadurní y Pujol (2015, p. 1811) afirman que:

 

A través de esta lógica, la inclusión de la homosexualidad en el cuerpo de la nación consolida una división geopolítica entre civilización gay-friendly y barbarie (homófoba), que sitúa a las comunidades pensadas como “Primer Mundo” en terreno civilizado, mientras que otras son ubicadas en el territorio de la homofobia y la barbarie, especialmente las musulmanas. Así, se define qué cuerpos no heteronormados son admisibles, deseables y compatibles con aquellos que respetan la norma herterocis y cuáles no, aunque en términos jerárquicos: la homonormatividad permite transformar derechos en privilegios. La peligrosidad de estos planteos es que encubren los discursos racistas y, sobre todo, islamófobos. “La inclusión de la corporeidad homonormativa en el cuerpo de la nación afianza la complicidad de grupos homosexuales en el señalamiento de corporeidades excluidas y abyectas”

(Sadurní y Pujol, 2015: 1815). 

 

Estos conceptos nos permiten pensar en la diversidad de opresiones por las que atraviesan las personas musulmanas LGBTIQ+. El enfoque interseccional nos enseña que no hay que leer esta complejidad en términos acumulativos, en donde una categoría se suma a la otra, sino en una red compleja de opresiones que multiplican la vulnerabilidad de ciertos colectivos. 

Por tanto, la islamofobia comprende un plano específico de discriminación que responde a la intersección de diversos factores identitarios que van más allá del plano religioso: origen étnico-nacional, género, nacionalidad e idioma, identidad sexual, clase social y raza.

 

En el caso de la islamofobia, la raza es considerada una de las intersecciones más importantes, ya que las personas son leídas como musulmanas a través del prejuicio racista. Este es el motivo por el que esta investigación incorpora la perspectiva interseccional, definiéndola como una:

 

Herramienta analítica y política que identifica, visibiliza y explica la complejidad, intensidad y particularidad que adopta la discriminación cuando se tiene en cuenta el modo en que operan, y convergen en un sujeto, distintos sistemas de identidades, como son: género, clase, etnicidad, generación, raza, religión, opción sexual, discapacidad y otros (Lorente, 2012, p.293).

Soslayar la interseccionalidad de vulnerabilidades se convierte en un problema político que “puede contribuir a la perpetuación de privilegios y exclusiones y al desarrollo de políticas de igualdad que, al ignorar que las desigualdades son mutuamente constituyentes, marginen a ciertas personas o no sean eficaces para algunos colectivos”

(Lombardo y Verloo, 2010. Citado en Puche Cabezas, Luis, 2018, p. 91).

 

HOMONACIONALISMO E ISLAMOFOBIA DE GÉNERO

 

Estas conceptualizaciones se nutren y encuentran en diálogo con el concepto de islamofobia de género. Este término fue acuñado por Yasmin Zine (2004) para identificar las formas concretas en que se expresa la islamofobia en la vida de las mujeres musulmanas o leídas como tal. Afirma que sobre ellas cae el peso de diversos patriarcados. Así lo explica Brigitte Vasallo (2017, p. 285):

 

Con ello viene a referirse, por un lado, al patriarcado hegemónico que opera sobre ellas en tanto que mujeres, al patriarcado musulmán que lo hace en tanto que mujeres y musulmanas, y al racismo que reciben en tanto que musulmanas. Incluso por parte de feminismos racistas o feminismos monofocales, que solo contemplan el género y, por lo tanto, toman la corriente hegemónica de invisibilización de la racialización, lo cual deriva necesariamente en racismo. La islamofobia de género propone que todas estas violencias no pueden analizarse por separado, sino que forman parte de la misma intersección y conforman una forma de violencia única y específica.

La islamofobia de género crea imágenes erróneas y estereotipos sobre las personas musulmanas. Esta construcción de la identidad de género no solo afecta a las mujeres, que son imaginadas como personas sumisas, victimizadas y oprimidas; sino también a los hombres que son imaginados como personas agresivas, machistas y opresoras. En esta narrativa islamófoba las identidades LGTBIQ+ son invisibilizadas. En este sentido, la islamofobia de género alcanza también a las expresiones de género diversas. 

 

La islamofobia es además generizada, es decir, se haya intrínseca, transversal y estructuralmente atravesada por el género. No hay islamofobia sin género. Y lo está triplemente: desde el punto de vista de quién o qué la genera, cómo se genera y sobre quién incide en mayor medida. 

 

Hablar de islamofobia de género entonces, permite analizar la discriminación desde diversas variables y evitar invisibilizaciones:

 

“La islamofobia ejercida desde un supuesto eje de igualdad a partir de una solidaridad «desracializada» entre personas queer, o entre mujeres que, atendiendo solamente al eje de género, crean violencia racista disimulada bajo discursos de liberación LGTB o feminista” (Vasallo, 2017: 286).

 

Es decir, los movimientos feministas no-musulmanes ejercen islamofobia de género al invisibilizar el componente racial de la identidad de las mujeres musulmanas bajo el paraguas de la “igualdad”, de la misma forma que el movimiento LGTBIQ+ no musulmán, lo hace con la diversidad sexual de las personas musulmanas. 

 

“En el marco de la construcción homonacionalista (Puar, 2007), los colectivos LGTB no musulmanes, como antes los colectivos feministas no-musulmanes, analizan la otredad de manera monofocal resultando que las personas LGTB son todas blancas/occidentales y las personas orientales/musulmanas son todas heterosexuales (Vasallo, 2017, p. 286).

 

Daniel Ahmed (2018, p. 76) afirma que con el concepto de homonacionalismo, Puar logró incorporar dos elementos clave para analizar las conexiones entre islamofobia y sexualidad, que estaban ausentes en la idea de islamofobia de género: el neoliberalismo y la diversidad sexual y de género. La articulación de estos conceptos permite entonces pensar en dos sujetos antagónicos: los “sujetos nacionales queer” y las “poblaciones terroristas racializadas musulmanas”. 

 

Los primeros pasan a ser considerados sujetos plenos de ciudadanía por parte de los Estados-nación siempre y cuando comulguen y participen de los intereses de los mismos, lo cual se hace a expensas de su desmovilización, despolitización y privatización, así como de su complicidad en la subalternización, discriminación y criminalización de las “poblaciones terroristas racializadas musulmanas”. Estas últimas no son consideradas ciudadanas en tanto que encarnan las ideas neo-orientalistas que vinculan islam con fundamentalismo, irracionalidad, falta de agencia (Mahmood, 2005), lascivia y/o represión y, especialmente, LGBTQ+fobia. (Ahmed, 2018, p. 76) Bajo este paradigma, la “misión civilizadora” de occidente es reformulada, ya que no solamente consiste en “liberar a las mujeres musulmanas” sino también en “liberar a las víctimas musulmanas LGTBIQ+ de la opresión homofóbica de las propias sociedades y comunidades musulmanas”. A partir de esta reformulación, el autor habla de la confluencia entre una islamofobia de género y otra queerizada .

 

Una de las aristas más potentes del concepto de islamofobia queerizada, es que invita a la revisión crítica de las posibles posiciones islamófobas por parte de los sectores progresistas y también de las propias entidades que luchan por los derechos de las personas LGBTIQ+. Ahmed (2018, pp. 77-78) advierte, citando a otros autores (Abraham, 2010; Haritaworn, 2008), sobre la alianza entre una “islamofobia gay global” por un lado, y las fuerzas políticas, no sólo de la derecha gay-friendly, sino también de ciertos sectores de la izquierda y de los feminismos, por otro. Esta alianza nos incita a reflexionar sobre el hecho de que luchar por los derechos LGBTIQ+ en países de mayoría no musulmana, aún situándose dentro de sectores progresistas, no anula la posibilidad de ejercer islamofobia. 

“Si bien es cierto que “Occidente” posibilita la emergencia de activismos LGBTQ+ —incluyendo los de índole religiosa— a través de un marco legal de reconocimiento de la libertad religiosa y de protección de las minorías sexo-genéricas, el caso concreto de las identidades musulmanas queer no puede analizarse obviando el clima contemporáneo de islamofobia queerizada.” (Ahmed, 2018, p.83)

En este punto, se hace necesario retomar las ideas de Sadurní y Pujol respecto a la cautela necesaria que se debe tomar en consideración al realizar cuestionamientos a los colectivos que luchan por los derechos de la diversidad sexual, para no incurrir en objeciones que desmerezcan las conquistas obtenidas en términos de derechos y reconocimientos.  

 

Finalmente, es necesario destacar que la crítica a la coaptación institucional del discurso LGTBI se debería desarrollar con el máximo cuidado y trato ético posible. La crítica homonacionalista es susceptible de desvirtuar el trabajo hecho por los colectivos desde hace décadas. Sin embargo, no debemos detener el potencial crítico del concepto de homonacionalismo, para así evitar que los derechos y libertades de ciertos grupos poblacionales se construyan a expensas de los derechos y marginalización de otros grupos (Sadurní y Pujol, 2015, p. 1817).

 

LA VISIÓN DESDE LAS ENTIDADES SOCIALES

 

Las entidades sociales tienen un papel estratégico en la ampliación de derechos. Tanto las que luchan en favor de los derechos del colectivo LGTBIQ+ como aquellas en las que entre sus beneficiarios y beneficiarias se encuentran personas musulmanas, contienen la potencialidad de abordar la islamofobia a través de diversas acciones. Por ello, se indagaron las percepciones que éstas tenían acerca de la islamofobia en relación al colectivo LGTBIQ+ así como algunas cuestiones vinculadas a la atención que ofrecen a las personas usuarias. El instrumento utilizado fue un breve cuestionario abierto.

 

Cabe aclarar que al ser una metodología cualitativa no se pretende la representatividad estadística y, en este caso, tampoco de los discursos de las entidades con las características mencionadas. El objetivo es, por un lado, plantar una semilla para próximas investigaciones que deberán indagar con mayor profundidad sobre la cuestión de la islamofobia y cómo esta incide en las vidas de las personas musulmanas LGTBIQ+. Por otro lado, este estudio aporta algunas propuestas para pensar estos temas desde el tercer sector.

 

ANÁLISIS DE LAS RESPUESTAS

 

En cuanto a las percepciones acerca de las dificultades en la vida cotidiana que podría atravesar una persona musulmana (o leída como tal) perteneciente al colectivo LGTBIQ+ respecto de una no musulmana, las entidades identificaron la doble discriminación sobre la que se viene estudiando en el presente artículo. De hecho, advirtieron que las discriminaciones por las que podrían atravesar varían de acuerdo al contexto. De esta manera nos decían que: “dentro de la comunidad LGTBIQ+, puede que personas pertenecientes a la comunidad LGTBIQ+ sean islamófobas o que no entiendan por qué una persona LGTBIQ+ sigue profesando el islam; fuera de la comunidad LGTBIQ+, puede sufrir doble discriminación: por ser musulmana y por ser LGTBIQ+; en círculos musulmanes, puede que personas musulmanas sean LGTBIQ+fobas; en círculos no musulmanes: puede sufrir doble discriminación: por ser musulmana y por ser LGTBIQ+”. Particularmente en lo que respecta a la población de hombres gais, bisexuales y otros HSH (hombres que tienen sexo con otros hombres), una de las personas técnicas respondientes mencionó que la mayoría de ellos “viven su vida sexual de manera "discreta", oculta, clandestina, frecuentando espacios que les permita relacionarse con otros hombres de manera anónima”, debido a “factores  culturales, socio-educativos y religiosos”.

 

Por otro lado, cuando fueron consultadas sobre de la idea general acerca de la relación entre el islam y la diversidad sexual, la mayoría respondió que “no está normalizada”, “dentro de la religión del islam no se contempla en totalidad la diversidad sexual” o simplemente “no se admite”, mientras que en las respuestas más extremas mencionaron “pecado, aberración”. Esta visión plantea la necesidad de desandar las ideas de homonacionalismo que están presentes en las percepciones del personal técnico de las entidades consultadas. Otras respuestas hicieron alusión a que “el islam no tiene por qué estar relacionado directamente con la aprobación o desaprobación de la diversidad sexual”, y que, en tal caso, son las personas que profesan la religión las que toman posición, siendo que “las personas que lo profesan en España tienden a no ser progresistas en este sentido”. 

 

Entrando directamente en el terreno de los discursos islamófobos y cómo estos podrían afectar a las personas musulmanas pertenecientes a la comunidad LGTBIQ+, aparece nuevamente la idea de la “doble discriminación”, “no sólo por raza sino también de género”, por el que “las personas musulmanas pertenecientes a la comunidad LGTBIQ+ sufrirán islamofobia y lgtbiq+fobia”, ya que “muchas de ellas son consideradas como salvajes, primitivas y que no expresan su sexualidad libremente”. Sin embargo, desde las entidades LGBTIQ+ ven que “dentro de la comunidad LGBT el impacto de este discurso  [islamofobia] sería muy atenuado por los propios discursos que la comunidad promueve: respeto, tolerancia...”.

 

Vinculado a este tipo de discursos y sobre todo al componente racial, se encuentra el hecho de que una persona LGTBIQ+ sea leída como musulmana, más allá de que lo sea o no, vivirá esa doble discriminación. Según las entidades consultadas esto se debe a que “aquella persona que no es leída como musulmana no se la relaciona al islam (religión que se considera por muchos como cerrada y machista)”. Asimismo, existe la percepción de que “(tal vez) una persona no musulmana tenga un círculo que le apoye, la persona musulmana tal vez encuentre más dificultades en su círculo”.

 

Respecto a si han atendido en la entidad a alguna persona musulmana LGTBIQ+, las respuestas son variadas. Las entidades que han respondido afirmativamente manifiestan que las personas usuarias plantean necesidades vinculadas tanto con la islamofobia como con la homofobia. Por otro lado, otro grupo manifiesta no haber atendido a personas con las características mencionadas o aclaran desconocerlo: “para nuestro equipo sería muy difícil saber cuál es la orientación sexual de las personas, pues nuestra asociación trabaja fundamentalmente temas de inmigración. Los casos que atendemos suelen estar relacionados con racismo y en menor medida con islamofobia (solo unos pocos casos)”. Tratándose de entidades sociales que trabajan temáticas relacionadas con la islamofobia o la inmigración, la escasa atención a personas musulmanas LGBTIQ+ podría indicar que para tratar temas vinculados a la diversidad sexual estos usuarios acuden a organizaciones específicas o bien la existencia de barreras de accesibilidad (como el tabú, desconocimiento de los recursos, etc.). En relación a ello, la respuesta de una entidad LGTBIQ+ nos remite a la idea de tabú u ocultamiento como motivo principal por el que la población musulmana LGTBIQ+ no acude a las entidades sociales: “han sido contadas las personas musulmanas LGBTIQ que se han acercado a la organización y creo que se debe al miedo a ser identificados como personas LGBT si asisten a una organización dirigida a esta población”.

 

En este sentido, las principales dificultades que encuentra el personal técnico de las entidades sociales entrevistadas para el acompañamiento a personas musulmanas pertenecientes al colectivo LGTBIQ+ es, de hecho, “conocer su orientación sexual, creo que si vivieran un caso de LGTBIQ+fobia no acudirían a nuestra entidad a compartirlo”,  así como “las barreras mentales que puedan surgir en la búsqueda de un proceso de aceptación e integración” (aquí no diferencia entre personas musulmanas y no musulmanas) y la necesidad de “ganarse su confianza y que se vean verdaderamente respaldados e integrados”. La integración aparece como el principal objetivo a alcanzar por los diversos proyectos de atención a inmigrantes.

 

Por añadidura, en lo que respecta a la existencia en la entidad de alguna herramienta, dispositivo, programa o espacio específico para la atención de personas musulmanas LGTBIQ+, las respuestas también fueron diversas. Hubo una sola respuesta positiva específica, afirmando que “están trabajando en la investigación de este colectivo”. Las demás entidades respondieron que trabajan la temática, pero desde una forma transversal y no específica, ya que entienden “que sí pues es una asociación abierta a todos los colectivos independientemente de su raza o condición” y que “no existe un espacio específico, la entidad trabaja fundamentalmente cuestiones migratorias y creo que no se ha planteado trabajar la LGTBIQ+fobia de forma específica. Supongo que sí lo trabajamos de forma transversal, como un problema social más”. Mientras que una de las técnicas desconocía si en su entidad había alguna herramienta para la atención de personas musulmanes LGTBIQ+, y otro técnico afirmó que no había ninguna.

 

Ante la pregunta acerca de si el personal técnico consideraba que hubiese algo que podría hacerse desde las entidades del ámbito social para mejorar la vida cotidiana de las personas musulmanas LGTBIQ+, las respuestas fueron muy interesantes y en línea con lo comentado en los apartados teóricos. Las acciones planteadas fueron desde “trabajar por su visibilidad” y “difundir más su existencia y la persecución que sufren en muchas ocasiones por su doble condición de musulmán LGBTIQ+” hasta “crear un espacio de apoyo para ellas” y “buscar instrumentos prácticos que permitan a estas personas sentirse más integradas”, dando cuenta de la importancia del rol de estas entidades en la lucha contra la islamofobia hacia personas LGTBIQ+. Como línea de acción también se propuso “conocer cuáles son sus necesidades, y a partir de ello, proponer y evaluar qué es lo que se podría hacer”, planteando la necesidad de avanzar en estudios en este sentido.

 

De modo similar, el personal técnico de las entidades consultadas considera que los retos de la lucha contra la islamofobia en relación al colectivo LGTBIQ+ rondan en torno a la visibilización, la aceptación y la integración: 

  • “En primer lugar, visibilizar que esto es un problema. Además de lo anterior, trabajar por un lado la LGTBIQ+fobia y por otro la islamofobia... y después todo junto. Creo que es algo muy complicado, pero tal vez si personas musulmanas LGTBIQ+ cuentan su historia otras muchas personas puedan cambiar su visión. Además de esto, se deberían crear campañas de sensibilización en torno a esta cuestión”
  • “Retos: aceptación, integración, empatía, solidaridad y cooperación”
  • “Divulgar la naturalidad de su condición”

Una de las respuestas proveniente de una entidad LGBTIQ+ puso el foco en la capacidad de agencia de la comunidad musulmana LGTBIQ+ en lo que respecta a lucha contra estas formas de discriminación: “tiene que formarse una base social de población musulmana LGBT la que lidere esta lucha” ya que “los cambios de las actitudes negativas hacia las personas LGBT de parte de la población musulmana en España tiene que ser de un movimiento liderado desde dentro de la propia comunidad musulmana, porque es la comunidad la que representa los valores, la cultura, la religión de la población musulmana”.

 

Otros comentarios finales de la encuesta mostraron que el contenido de la misma fue considerado relevante por parte del personal técnico y que derivó en una reflexión sobre las temáticas tratadas:

  • “Muy interesante este cuestionario, me ha hecho cuestionarme esa interseccionalidad entre ambas cuestiones”
  • “Muy interesante que se hagan este tipo de investigaciones. ¡Gran trabajo!”

Se puede concluir en base a las respuestas obtenidas, que se encuentra terreno fértil para seguir trabajando acerca de la doble discriminación que sufren las personas musulmanas y aquellas leídas como tal que forman parte del colectivo LGTBIQ+ y que el estudio de esta cuestión es relevante para el trabajo cotidiano de las entidades. Apuntamos además que es necesario un tratamiento específico a través de programas de atención social. 

 

Estos resultados son una pincelada inicial que esperamos sirva de inspiración para futuras investigaciones y nuevas líneas de acción.

 

APUNTES PARA LA ATENCIÓN SOCIAL

 

Es recomendable que las asociaciones reparen en no realizar la atención desde el etnocentrismo. Las categorías que se utilizan para nombrar la diversidad sexual son constructos que inciden en la división “Oriente-Occidente”. Debemos considerar que pueden convertirse en etiquetas limitantes y estancas. Ninguna identidad puede resumirse en una palabra ya que es un proceso vital constante.

 

No obstante, esas categorías etiquetas pueden ser reapropiadas y resignificadas por los sujetos queer árabo-musulmanes en el diálogo e intercambio con “Occidente”. Daniel Ahmed (2018, p. 80) lo explica de la siguiente manera:

 

“(…) Si bien es cierto que no existe ninguna categoría en la historia de los territorios históricos del islam que aglutine de manera inequívoca todos los elementos que conforman las categorías LGBTQ+ contemporáneas, ninguno de estos elementos pertenece en exclusiva a tales categorías, puesto que cada cultura produce formas específicas de deseo sexual y diferentes tipos de identidades (Stein, 1990). En esta misma línea y conectando con los debates acerca de la agencia (Mahmood, 2005) de los sujetos queer árabo-musulmanes postcoloniales a los que se refería Massad, autoras como Evelyn Blackwood concluyen, tras un minucioso trabajo etnográfico sobre lesbianismo en Indonesia, que el hecho de que las categorías LGBTQ+ tengan su origen en la “modernidad occidental”, o que hayan sido impuestas por el proceso colonial de homosexualización iniciado en la década de los 70, no implica que tales categorías no puedan ser reapropiadas y resignificadas por las corporalidades postcoloniales mediante procesos de hibridación (Bhabha, 1994) dando lugar a “identidades locales diferenciadas” contemporáneas (Blackwood, 2005a, 2005b, 2010).

 

Por otro lado, es preciso repensar los dispositivos de atención. Por ejemplo, en temática de salud sexual, Tawseef Khan (2015), activista y abogado, nos alerta acerca de las personas musulmanas LGBTIQ+ como población de alto riesgo en términos de salud sexual debido a dos motivos: tabú e invisibilidad. Por un lado, afirma el autor, un manto de secretismo cubre el tema del sexo y la salud sexual dentro de las comunidades musulmanas, por lo que ésta no es vista como algo relevante y es un tema del cual se desconoce demasiado, y más aún, cuando se agrega el tabú de la identidad sexual. Sin embargo, puntualiza que la barrera principal para que las personas musulmanas LGBTIQ+ accedan al apoyo de salud sexual es su invisibilidad para los mismos servicios que están configurados para ayudar. 

 

Como con la mayoría de las cosas en la comunidad LGBTI, los servicios se construyen alrededor de hombres gay, blancos, de clase media, sin considerar las necesidades y experiencias diferenciales de personas de fe o color, indocumentadas, mujeres, socioeconómicamente marginadas, bisexuales, trans o intersexuales. He sido testigo yo mismo, por ejemplo, que el camino para acceder a la salud sexual se realiza en bares y clubes LGBTI, sin evaluar si los musulmanes, que enfrentan barreras para acceder a esos espacios, se beneficiarán o no. (Khan, 2015, párr. 12).

 

Por este motivo, el autor propone un doble camino: luchar por la aceptación dentro de las principales comunidades LGBTIQ+ y musulmanas, para desmantelar el silencio, el tabú y estigma, y fomentar conversaciones abiertas y enriquecedoras sobre sexo seguro. Y, particularmente desde los servicios de atención a estas poblaciones, utilizar iniciativas novedosas y creativas para mejorar la llegada.

 

RETOS DE LA LUCHA CONTRA LA ISLAMOFOBIA EN RELACIÓN AL COLECTIVO LGTBIQ+

 

La construcción de una identidad compleja vista desde un enfoque interseccional, las formas distintas de ser una persona musulmana LGTBIQ+, requieren de una comprensión política y pública. Como se ha visto, tanto desde el activismo como desde las entidades sociales, es necesario “poner de relieve la existencia de otro tipo de corporalidades musulmanas como las LGBTQ+ sobre las que se ejercen otras formas específicas de dominación” (Ahmed, 2018: 76). Como afirma Rahman (2020: 423), citando a otro autor (Abraham, 2010), “la racialización de las personas musulmanas LGTBIQ+ en contextos de mayoría no musulmana, en formas interpersonales como sitios de citas y bares y, en general, a través de una islamofobia, legitima la antipatía ‘occidental’ a ser musulmán y queer, lo que hace que esta identidad sea vista como incoherente o se invisibilice”. Ello implica, por un lado, trabajar hacia el interior de las comunidades musulmanas, pero, sobre todo, desde la lucha contra la islamofobia, implica tender puentes con los colectivos LGTBIQ+ desde el diálogo intercultural: “un hablar desde la interculturalidad y la interconexión entre diferentes que cuestiona la construcción de una alteridad racial homófoba” (Sadurní y Pujol, 2015. p. 1816). 

 

En su investigación, Rahman (2020, p. 423), afirma que uno de los desafíos a resolver es la falta de comunidad. Una de las posibles salidas que plantea el autor, es la posibilidad de que los grupos LGBTIQ+ no musulmanes (“occidentales”) desplieguen estrategias de apoyo al desarrollo de capacidades para la autonomía y visibilidad de las personas musulmanas LGBTIQ+, con el fin de crear vías para el reconocimiento y el diálogo entre estos grupos y las personas musulmanas LGBTIQ+. 

En lo que a estrategias y sujetos políticos se trata, quisiéramos traer las palabras de Carlos Jáuregui: "En un mundo que nos educa para la vergüenza, el orgullo es una respuesta política". Esta frase expresa la importancia de considerar a la identidad como una construcción colectiva y la autodeterminación como un arma crítica contra la discriminación.

 

CONCLUSIÓN

 

Se ha visto que las personas musulmanas o leídas como tal que forman parte del colectivo LGTBIQ+ son discriminadas por desarrollar su identidad y sus experiencias apartadas de las normativas heterosexuales y son afectadas por el ejercicio de la opresión patriarcal, el racismo islamófobo y el patriarcado islámico. 

 

Ello es producto de un entramado de discursos que tienen una incidencia política en la vida de las personas. En el marco de comprensión homonacionalista, las identidades musulmanas LGTBIQ+ son invisibilizadas e incluso vistas como una amenaza para la expansión de los derechos de la diversidad sexual por parte de la comunidad LGBTIQ+ no musulmana, lo que repercute en un discurso islamófobo que afecta a una parte de dicha comunidad, concretamente.

 

Por lo tanto, los pasos a seguir en la lucha contra la islamofobia incluyen contribuir a la visibilización de las identidades musulmanas LGTBIQ+, crear alianzas entre organizaciones de la diversidad sexual y diseñar una agenda conjunta de objetivos de desarrollo.

Por otro lado, desde las entidades sociales se hace necesario contar con espacios y servicios específicos que contribuyan a informar, empoderar y generar comunidad, buscando creativamente recursos para que las personas musulmanas LGTBIQ+ vivan sus vidas sin fracturas en su identidad sexual y étnica, y sin los conflictos que las opresiones asociadas a esas identidades traen. 

 

 

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